viernes, 19 de abril de 2013

El parto de Manuela, nacimiento de Ana. En casa, Islas Canarias, 2009.


23 de junio de 2009, por la mañana, en casa.

"PARIR CON AMOR”... Estas han sido una de las palabras más significativas que he oído en mi vida. Venían de una persona muy especial para mí, que me había ayudado en muchos momentos y también las estaba escuchando en un momento tan especial como doloroso.

Acababa de enterarme de que el corazoncito del bebé que estaba en mi vientre, de 36 semanas, había dejado de latir. Me encontraba en el hospital, junto a mi marido y mi hija de 2 añitos. Y acompañada de dos mujeres, que acudieron enseguida que las llamé. Son dos profesionales de la salud, que trabajan en el materno y que dedican su vida a acompañar a madres y bebés en la gestación, parto, lactancia y crianza.

Las necesité y las llamé. El hospital era un lugar hostil para mí y que no me daba confianza (por experiencia de mi primer parto). Yo quería dar a luz a mi hija Ana, ya fallecida dentro de mí, de la forma más natural posible. No quería ser violentada, ni apresurada, ni anestesiada, ni ninguneada... Si yo podía tomar decisiones, quería saberlo. Ellas me explicaron los procedimientos a seguir y se ofrecieron a acompañarme.

Cuando supe que la bebé que tenía en mi vientre estaba sin vida, yo ya me dirigía a ella mirando al cielo. Yo quería que el parto fuera natural y nada más. Pero... oí las palabras "PARIR CON AMOR"... fueron las palabras necesarias para que se abriera mi corazón, para que todo el amor que yo era capaz de dar se canalizara... palabras que hicieron posible hacer de un momento tan doloroso, un momento glorioso, placentero, amoroso, dulce...

Cuando te enteras de la noticia, piensas que ya no hay nada que hacer. Y no es cierto. Como madres, somos las únicas que podemos parir a nuestr@ hij@. Yo era la única que podía parir a Ana. Y la iba a parir con todo mi amor. Y cuando naciera la iba a abrazar, la iba a besar, la iba a oler... la iba a recibir y a despedir con mucho amor, con tanto amor... Y así fue.

Recibía las contracciones con amor, con alegría porque todo tenía que ser así. El dolor físico formaba parte del proceso, era la señal de que todo iba bien, todo fluía.

Cuando venía una contracción yo decía: "Aquí estoy yo Ana. Aquí está tu madre. Es lo que tengo que hacer y nadie lo puede hacer por mi. Tú, ayúdame desde el cielo mi niña linda... Ayuda a tu madre, ayúdame a despedirme de tu cuerpecito. Ayúdame. Aquí estoy yo. Aquí está tu madre... " Y la contracción ya había pasado. Fue tan amoroso.

Entre contracción y contracción tuve oportunidad de abrazar tantas veces a mi marido... bailamos abrazados, cantamos a Ana, nos besamos, rezamos juntos... y también, aunque parezca mentira, reímos juntos.

Fue una experiencia preciosa. Y fue así porque dejamos que todo fluyera, porque seguí mi instinto, porque me permitieron parir de forma tan natural, tan respetada, tan íntima... Con mis oraciones, mis cantos, mi dolor y mi esperanza y tantas fortalezas que afloraron que yo no conocía de mi misma... Fue precioso. Todo estaba impregnado de amor. Tenía tanto amor. Recibí tanto amor...

Esta experiencia está siendo sanadora. Pasan los días. El dolor es a veces desgarrador. Pero no he perdido la capacidad de dar gracias por tantas cosas... Sigo riendo. Como, duermo. Sigo dando de mamar a mi hija de más de dos años. Agradezco cada sorbo de aire que respiro. Recuerdo a Ana a veces son una sonrisa y otras con lágrimas. Sigo respirando. Respiro, respiro... Y estoy cargada de esperanzas.

Todo fluye... y tengo la certeza de que esto es así porque la parí con amor, rodeada de amor. Y la despedimos con amor. Gracias a esto, seguiremos recordando a Ana con amor.

Dios, mi hija Ana desde el cielo... estaban sosteniéndome. Se dieron todas las circunstancias, como si hubiera estado todo hilado cuidadosamente, para que un momento de tanto dolor, estuviera rodeado de amor, respeto, silencio, gratitud y miradas llenas de bondad.

Muchos fueron los testigos de este milagro. Gracias a tod@s.

Gracias Magdalena Villanueva, por tus palabras "PARIR CON AMOR".
Gracias Olga Soldado, mi matrona, por hacer posible este milagro.
Gracias Sergio, mi marido, por todo.
Gracias Pepa, mi primera hija, por todo.
Gracias Ana, mi segunda hija, por estos 8 meses de felicidad y por elegirnos. Por ayudarme. Por protegernos. Te tendré siempre en mi corazón.

A todas las mujeres y hombres con tanto amor que dar...

Manuela, mamá de Pepa y de Ana.

23 de junio de 2009, viendo un atardecer precioso en la playa de Las Cantera

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