miércoles, 10 de abril de 2013

El apego seguro, clave para criar hijos resilientes


Junio 14, 2012 por Cristina Silvente

Algunos autores se han preguntado por qué ante la misma experiencia ciertas personas tiran hacia delante saliendo fortalecidas de la misma y otras no, desarrollando un trastorno de estrés postraumático o depresión. Así, el equipo de Michael Meany y colaboradores, de Canadá, encontró que todo dependía de las primeras experiencias  del bebé con sus cuidadores. Parece ser que nacemos con un gen antiestrés, que está bloqueado al nacer. La manera de desbloquearlo es con los cuidados maternales: dar de mamar al niño, cogerle, acunarle…

Ya hace décadas que se viene estudiando el efecto de las primeras experiencias en la edad adulta a través del apego que se crea entre madre y bebé o cuidadores principales y bebé. Autores como John Bowlby, Mary Ainsworth o Harry Harlow establecieron las bases por las cuales se sabe que el bebé tiene la necesidad de estar próximo a su madre, de ser acunado en brazos, protegido y cuidado. Es la Teoría del Apego.

Actualmente se sigue estudiando en la misma línea: cómo un apego inseguro, ambivalente o desorganizado es responsable o pone las bases de lo que será en el futuro un trastorno mental o un estado de malestar psicológico. En este sentido, las investigaciones y publicaciones de Karlen Lyons Ruth son muy contundentes. El peor de los casos sería el apego ambivalente o desorganizado, que es predictor de dificultades en la regulación de las emociones y en la relación afectiva con el otro.

¿Qué comportamientos pueden provocar desorganización? Desde una falta de respuesta o una respuesta inadecuada a la angustia del bebé, hasta dar indicaciones verbales contradictorias como decir “te quiero” mientras se distancia físicamente, mostrarse confundido o asustado por el niño (expresión facial de asustado), burlarse o molestarse de él, la inversión de roles (el bebé es el sostén del cuidador), crear distancia física con el crio, evitación del bebé, conductas atemorizantes al niño (aparecer de golpe), cambios de estado emocional repentinos, tono de voz angustiado o suplicante, o mirada ladeada. En definitiva, todo lo que dé a entender confusión, ambivalencia, falta de coherencia, un ahora sí y ahora no, unas palabras junto a unas emociones contrarias, es decir, una disociación entre lo que siente y lo que recibe o ve. Esto lleva de cabeza a la disociación psíquica, de manera que cuando aparezcan situaciones de una gran intensidad emocional, la persona se quebrará interiormente. No se trata de situaciones puntuales o anecdóticas, se trata de situaciones o actitudes repetidas, y sostenidas.

Cómo fortalecer a nuestro bebé ante situaciones adversas

¿Qué puede ayudar a crear resiliencia en los bebés? Es decir, ¿cómo podemos sembrar el terreno para que el día de mañana los bebés sean adultos que salgan fortalecidos o crezcan después de las adversidades de la vida? Crear un apego seguro, es decir, contacto físico constante con el bebé, atender y entender su angustia o estado emocional sin minusvalorarlo, mirarle con ojos amorosos, dar seguridad tanto emocional como física, mostrar que el mundo y las personas son confiables, que puede predecir su comportamiento, que su estado emocional no crea hostilidad ni miedo, y que sus emociones, ya sean vistas como positivas o negativas, son valiosas.

Si en un primer momento o en los primeros meses no fue posible establecer un apego seguro, detectar los problemas e incidir sobre ellos puede encarrilar la situación y prevenir consecuencias más graves en la edad adulta. Algunas personas con infancias terribles han tenido alguna figura importante con la que han establecido ese tipo de lazo (un educador, una maestra, una vecina, un tío, la abuela…), de manera que pueden crecer con mejores perspectivas que quien nunca ha tenido a nadie. Muchas veces el trabajo como psicólogos y psicólogas es restablecer ese apego perdido, creando un apego seguro en consulta.

Es importante que los padres, especialmente las madres, tengan un acompañamiento de la crianza, ya sea por parte de los profesionales, sanitarios y de educación en grupos de crianza o terapéuticos, donde se les den herramientas para fortalecer su capacidad como madres y no reciban constantemente consejos que las inutilicen o sean contradictorios, para que su experiencia sea satisfactoria y así lo perciba también el bebé. Si existen dificultades o malestar, hay que consultar con profesionales expertos. Siempre se está a tiempo de mejorar.

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