martes, 13 de enero de 2015

Cómo Apoyar Incorrectamente la Lactancia Materna de su Esposa

John Kinnear

Cuando mi esposa estaba embarazada de nuestra hija, siempre salía a relucir la pregunta
“¿Planeas amamantar?” En mi etapa de casi papá, súper emocionado de-ser-participar-en-la-crianza de mis hijos/as, un par de veces al principio yo mismo respondí: “¡Sí, definitivamente!”. Ahora me doy cuenta de lo tonto que debió sonarle a mi esposa mi respuesta a esa pregunta tan personal y específica de género. Era obvio que yo no iba a amamantar a nuestra hija, y no me correspondía responder a mí. Pero tengo que decir que esa pregunta sobre lactancia viene por lo general acompañada de otras como… “¿Vas a…?” y a éstas si puedo responder. “¿Estás pensando en inscribirla en la guardería?, ¿ya escogiste un nombre? ¿Estás emocionado detener una niña?”. A pesar de que mi esposa era la que llevaba a nuestra hija en su vientre, nos acostumbramos a responder a estas preguntas como un equipo.

Mi esposa es una persona a la que no le gustan los conflictos. En vez de hablar conmigo, ella hizo lo que una persona no conflictiva hace ante un problema: se lo guarda y se preocupa. No fue sino hasta meses después, cuando yo le decía lo contento que estaba de que “nosotros” decidiéramos amamantar que me dijo en voz baja: “No sé si quiero dar el pecho”. Yo. Estaba. En. Shock. Me quedé atónito. “Pero, decidimos...”

“En realidad, no lo hicimos.”


“Pero cuando hablamos de...” Y entonces vino la realidad y me di cuenta. No habíamos hablado de esto. Yo lo asumí. Y la peor parte fue que, a pesar de que yo era el que me había pasado de la raya, ella era la única que se sentía culpable.

Entonces, experimentamos una extraña mezcla de emociones. Me sentí mal por asumir y me decepcionó saber que quizá no amamantaríamos. Creo que lo siguiente que dije fue algo así: “Metí la pata. Supuse que pensábamos lo mismo. Creo que deberías amamantar...”.

Pero lo que REALMENTE debí haber dicho es: “Metí la pata, supuse que pensábamos lo mismo. Estoy listo para escuchar.”

Y eventualmente lo logramos (yo escuchando). Al principio le expliqué los beneficios de la leche materna (que ya ella ya conocía), alabé a otras mujeres de mi vida que habían amamantado con éxito (a quienes ella había escuchado antes), y cité todo lo que ella misma había mencionado sobre las ventajas de la lactancia materna (que ella por supuesto también recordaba). Yo hablaba antes de que ella se pudiera comunicar conmigo, sobre todo con sus ojos que decían que yo no era el único involucrado en la conversación. Mi esposa es una mujer muy paciente. Así fue que con el tiempo me callé y escuché. Y esto fue lo que escuché.

Me dijo que se sentía nerviosa, pero que también le daba un poco de asco, y esto la hacía sentir culpable. Le preocupada no poder hacerlo, y sentía mucha presión de tener que hacerlo o de causarle un daño permanente a la bebé. Y ella no quería decepcionarme, porque ella realmente quería ser una buena madre... y entonces empezó a llorar, y yo empecé a llorar también.

Entonces comprendí que si ella no quería amamantar estaría totalmente de acuerdo. Ella dijo que sabía que no era así, pero apreciaba que se lo dijera. Seguimos hablando por un rato y ella sugirió que tomáramos una clase de lactancia juntos. El plan era: ella consideraría mis ideas, la clase, su cuerpo y a la bebé, y luego tomaría una decisión cuando se fuera acercando la fecha del parto. Yo la apoyaría y la amaría sin importar la decisión que tomase.

El plan funcionó – al empoderarse y sentirse cómoda y feliz con la decisión que ella tomara. La clase fue maravillosa e informativa. Mantuve mi boca cerrada y escuché (no es una tarea fácil para mí). Ella leyó un par de libros, y cuando la princesa llegó, ella decidió que quería darle pecho. Fue muy difícil y frustrante al principio. Mi primer instinto fue apoyarla como a un atleta cansado. “¡VAMOS! ¡AMAMANTA A ESA BEBÉ! ¡BRAAAVOO!” Pero como habíamos mejorado nuestra comunicación para entonces, ella me dijo lo que necesitaba: un abrazo o pequeñas palabras de aliento, un hombro para llorar o algunas de esas compresas de gel para pezones. Sus palabras eran órdenes para mí.

Sí, me siento orgulloso de la decisión de mi esposa de amamantar. No fue una tarea fácil, especialmente cuando ella volvió a trabajar y tuvo que extraerse leche. Aprendí que ser un padre activo e involucrado no necesariamente significa que tengo una participación del 50 por ciento en cada decisión – sobre todo las que involucran su cuerpo. Ella supo que si me miraba fijamente lo suficiente y lentamente levanta su ceja izquierda yo me iba a dar cuenta de que debía parar. Bueno sin bromas – ella aprendió a hablar más, y yo aprendí a escuchar más, y nos encontramos en el medio. La leche materna puede ser saludable para nuestra hija, y yo espero que comunicarnos así sea muy saludable también.
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Imagen George Hodan PublicDomainPictures.net

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