domingo, 14 de septiembre de 2014

Los primeros mil minutos de vida de un bebé

El parto y la maternidad se han medicalizado mucho tiempo. Ahora la ciencia reivindica recuperar la piel con piel, el pecho a demanda o la separación cero, porque los primeros momentos tras el nacimiento son fundamentales para el futuro

Es crucial que madre e hijo estén piel con piel durante las primeras hora de vida del bebé Martin Llado
"El cuerpo de la madre es la mejor máquina jamás inventada. Aporta nutrición, temperatura, glucosa, desarrollo cerebral y salud con un coste mínimo". Nils Bergman sabe bien de qué habla. Este africano de adopción nacido en Suecia empezó a trabajar en 1988 como médico en el Manama Mission Hospital, en Zimbabue, uno de los países más pobres del mundo. Todo era muy rudimentario y no tenían incubadoras ni tampoco medios para tratar a los bebés que nacían antes de tiempo, por lo que, para desesperación de Bergman, la mayoría de prematuros acababan muriendo.

Entonces este médico, hijo, nieto y bisnieto de médicos misioneros, oyó que en Bogotá estaban usando un método que habían bautizado como canguro: nada más nacer colocaban a los recién nacidos prematuros desnudos sobre el abdomen de sus madres. Gracias a aquello, comenzaban a regular su temperatura corporal, el ritmo cardíaco y no morían. Y Bergman empezó a replicar aquel sistema en Zimbabue.


"Eran bebés que nacían con apenas 800 o 1.000 gramos, con menos de 30 semanas, y tras ponerlos piel con piel, ¡sobrevivían! Era increíble. Incluso abrían los ojos y te miraban, y eso que sus cerebros no estaban formados", recuerda este médico, que tras aquellas primeras experiencias se puso a investigar por qué ocurría aquello y qué beneficios concretos comportaba adoptar esa postura del canguro. Gracias a sus estudios y descubrimientos, hoy en día este médico es una de las más reputadas voces mundiales en desarrollo de la neurociencia del bebé recién nacido o perinatal. Junto a su mujer, Jill Bergman ha sentado las bases científicas de conceptos como el cuidado piel con piel, el método canguro y la separación cero, y asegura que los mil primeros minutos de vida son sumamente importantes para la existencia.

"No hemos inventado nada nuevo. Sólo hemos recordado aquello que durante millones de años ha hecho nuestra especie y que hacen el resto de mamíferos", afirma serio Nils Bergman. "Reivindicamos volver a algo que está escrito en nuestro ADN y que parece que hemos olvidado. Cosas como el contacto piel con piel y la lactancia materna es lo que nuestros genes esperan. Y es lo que fomenta el buen cableado del cerebro, que se establezcan las conexiones necesarias para su buen funcionamiento", añade.

Para Violeta Tenorio, neuróloga pediatra de BCNatal (Clínic-Sant Joan de Déu), "se trata de volver a nuestro instinto, a todo lo que hemos abandonado, sobre todo a partir de los setenta, cuando se medicalizó todo mucho, también la maternidad". Entonces, se empezó a generalizar lo de separar al recién nacido de la madre nada más nacer, que durmiera solo en su cuna, que tomara leche siguiendo unos horarios. "Hoy sabemos que todo eso que hacíamos provocan un gran estrés en el cerebro del niño y perturbaban su desarrollo normal", subraya esta neonatóloga.

Los primeros mil minutos
A diferencia de otras especies, al nacer el ser humano es bastante inmaduro. La estructura de su cerebro va madurando en función de los genes y la biología, pero también por la interacción con el medio. En las últimas dos décadas se ha visto que las experiencias que tenemos afectan a la construcción del cableado neuronal y modelan el cerebro, lo que afecta al desarrollo futuro tanto emocional como intelectual, a la memoria, a la atención y al aprendizaje. "La mielinización (un proceso en el que las neuronas se recubren de mielina, una sustancia lípida blanquecina que facilita la transmisión de impulsos nerviosos entre las células nerviosas) no se detiene hasta los 15 años. Al nacer, el bebé tiene muy pocas zonas del cerebro mielinizadas, sólo aquellas asociadas a las cosas más instintivas o de supervivencia. Es como si fuera un lienzo en blanco y podemos influir en él", explica Violeta Tenorio.

Esa influencia comienza justo después del parto y la madre desempeña un papel crucial. "De la madre depende en buena medida cómo se organice ese campo abonado, que es el cerebro del bebé, y en buena medida cuán fértil sea después", explica Anna Maria Morales consultora certificada en lactancia. Morales, miembro fundador del centro de salud familiar Marenostrum (MarenostrumCsf.com/) en Barcelona es 'doula', persona que acompañan a otras mujeres durante el embarazo y le dan apoyo físico y emocional durante el parto y las primeras semanas.

Y al parecer los mil primeros minutos de vida resultan cruciales en ese proceso, tal como reivindica el matrimonio Bergman. Corresponden más o menos a la primera noche y el primer día del niño y es el periodo durante el cual se establecen las bases para crear el vínculo entre madre e hijo, el llamado 'apego' en jerga científica, esencial para el desarrollo neuronal del pequeño; también para una lactancia correcta. Y ambos deben en ese periodo estar en piel con piel, sin separarse, respetando los procesos naturales e instintivos que se suceden. "Si la madre está mal porque ha habido alguna complicación en el parto puede ser el padre quien esté piel con piel, en separación cero", subraya Nils Bergman.

Y eso que en Escandinavia es un protocolo regular y que, como señala Marta Espar en el libro 'Los secretos de un parto feliz' (Grijalbo), se considera un derecho del bebé en países como Dinamarca, en España hace apenas cinco años que algunos centros, como Sant Joan de Déu, comienzan a aplicarlo. "Está en nuestro instinto. Nuestros ancestros ya hacían eso hace más de un millón de años. Nuestros cerebros se empezaron a desarrollar con la piel con piel y la separación cero. La salud del ADN comienza de esta forma, que activa el olfato y este, el vínculo entre madre e hijo, que a su vez dispara el cableado del cerebro y garantiza la buena salud de nuestros genes", explica Bergman.

De hecho, es así en todos los mamíferos. Cuando nacen, la cría busca a la madre, se huelen y crean un vínculo. "Si tú coges a esa cría y te la llevas nada más nacer, ya sea un caballo, un mono, o un perro, luego la madre no la reconoce y la rechaza", señala Ana Riverola, médico neonatóloga del hospital Sant Joan de Déu. "Es algo instintivo que va asociado al concepto de vida. Sin ello, nos hubiéramos extinguido", añade.

Forjando el apego
Nada más nacer se produce un periodo muy especial que dura alrededor de dos horas, en que el bebé está alerta pero tranquilo. Está provocado por dos hormonas que se segregan durante el parto, la oxitocina y la noradrenalina, que por una parte estimulan el vínculo entre madre e hijo y, por otra, despiertan el olfato, uno de los sentidos más desarrollados en el bebé al nacer.

"Ese período es sumamente importante y no se debe perturbar, puesto que es cuando comienza a establecerse el apego entre madre e hijo”, explica la 'doula' Anna Maria Morales. Desde hace ya algunos años, tal como recoge Marta Espar en su libro, psicólogos y psiquiatras reclaman que "estas primeras relaciones se forjen en las condiciones más favorables, ya que la calidad del apego entre madre e hijo establece la primera base de su futuro desarrollo emocional y cognitivo". En brazos de la madre en esos primeros instantes y más adelante empiezan a formarse las redes de conexiones neuronales de este vínculo, que resulta esencial para contener las primeras ansiedades del niño y estimular cualquier relación posterior. Gracias a esta primera estructura mental, el bebé aprende a tolerar la incertidumbre y la frustración.

En este período, además, si se coloca directamente al bebé sobre el abdomen desnudo de la madre, sin cortar el cordón umbilical hasta que deja de latir, este, guiado por el olor materno, repta por su abdomen hasta alcanzar el pezón y comienza a succionar. "El bebé solito sabe cómo hacerlo, es un instinto innato. Y si se le deja hacer, se agarra bien al pezón, sin problemas de lactancia", afirma Riverola.

Respetar estos primeros 120 minutos ayuda en gran medida a que no se produzcan problemas de lactancia más adelante. A veces los bebés integran formas de succionar que no son las adecuadas y entonces se producen grietas, heridas, sangran los pezones u otras molestias. "Cuando el bebé aprieta es una señal. Si el niño se coge mal, aprieta, duele, la madre genera menos oxitocina, lo que reduce el flujo de la leche. Y entonces el bebé aprieta más y así, madre e hijo se embarcan en un ciclo infernal. Todo eso se puede evitar dejando que el bebé siga su instinto en esas primeras dos horas de vida", indica Morales.

Además, se ha comprobado que este primer contacto piel con piel entre madre e hijo ayuda a que el bebé se recupere antes del estrés del parto, se normalicen los índices de glucemia y se regule su temperatura corporal. También la madre se ve beneficiada, puesto que el bebé dispara en ella la segregación de hormonas de placer, de bienestar, que alivian el dolor del parto.

Una vez pasadas estas dos primeras horas, es recomendable que ambos sigan en piel con piel esos mil minutos. De hecho, Nils Bergman ha realizado numerosos estudios científicos con recién nacidos (consultables en la web: SkinToSkinContact.com) en los que comparaba las constantes vitales de aquellos que estaban piel con piel con la de aquellos que tras el parto, los ponían a dormir cerca de la madre pero en una cunita. Vieron que la temperatura corporal, frecuencia cardíaca y niveles de azúcar en sangre de los segundos estaban bastante alterados en comparación con los primeros. Y que, además, registraban apneas de más de 20 segundos, una de las causas principales de muerte súbita del lactante.

Separación cero
"Separar al bebé de la madre al nacer provoca en los recién nacidos ansiedad y estrés, y además carece de base científica", asegura el doctor Bergman. El cerebro del neonato, recalca Morales, funciona como un cerebro primitivo prehistórico. No razona, ni entiende. Sólo siente. "No sabe que vive en un piso, ni que hay puertas, ni que cuando lo dejan en un lugar, la cunita, los papás están en la cama a su lado. El niño lo único que sabe es que cuando lo apartan de la madre, puede venir un león y comérselo. Tan sólo el olor corporal de la madre, el movimiento, el sonido, el tacto, es lo que le dice al bebé que está seguro".

En cambio, cuando un bebé se siente inseguro, tiene miedo, se estresa, suben sus niveles de ansiedad y comienza a generar cortisol; si los niveles de esta hormona son elevados y se mantienen en el tiempo resultan tóxicos, capaces de perturbar la arquitectura del cerebro, repercutir en su capacidad de aprendizaje y memoria, y provocar que los sistemas de gestión del estrés respondan a umbrales muy bajos. Son niños que suelen ser más irritables, que lloran con mucha más facilidad.

Asimismo se ha visto que el estrés temprano altera la expresión de los genes, activándolos o desactivándolos, como señalan numerosos estudios publicados por el centro para el desarrollo del niño de la Universidad de Harvard (DevelopingChild.Harvard.edu/). Tiene una influencia en la salud del bebé, incluso cuando sea adulto, asegura Bergman. En ese caso puede comportar una menor esperanza de vida. En cambio, un bebé tranquilo genera oxitocina, que le ayuda a establecer relaciones y además estimula la segregación de hormonas del crecimiento y otras hormonas saludables.

"Separar al bebé de la mamá es negativo. Pero por suerte contamos con un cerebro sumamente plástico y con la capacidad de resiliencia –puntualiza Tenorio­–. No podemos ser deterministas y decir que si el niño es separado de la madre al nacer va a ser un psicópata o no va a tener buena relación con los padres. Hay que tener cuidado con las afirmaciones, porque el cerebro se va modelando".

Una luna de piel
Además de la separación de la madre, otra de las cosas que estresa al bebé, lo angustia y le hace segregar cortisol es pasar hambre. Durante varias décadas se estableció que los lactantes debían comer cada tres o cuatro horas. Pero eso "no tiene ningún sentido y no encaja con nuestra biología. El estómago de un niño de tres kilos de peso no es más grande que una moneda de un euro y apenas le entran 20 ml. Eso es muy poco. Apenas tarda una hora en vaciarse, lo que además coincide con los ciclos de sueño del niño. ¿Cómo lo vas a tener llorando dos horas porque aún no le toca comer?", reivindica Morales.

El sueño profundo es también otro factor esencial en el correcto desarrollo del cerebro del recién nacido. Durante las horas en que el bebé duerme, se forman los circuitos mentales, por lo que es conveniente dejarlo descansar y no despertarlo. "Suelo aconsejarles a las madres que acaban de dar a luz que se pongan el bebé piel con piel y lo tapen con su camisón. Se ha visto que así duermen más profundamente, lo que repercute positivamente en el desarrollo del cableado neuronal y, además, se evita que las visitas que vengan al hospital o luego a la casa quieran coger al bebé, lo despierten y perturben sus horas de sueño", cuenta Jill Bergman. ¿Y qué hacer cuando, una vez en casa, el bebé llora por las noches? Jill Bergman no duda ni un segundo en contestar: "Cogerlo, abrazarlo, calmarlo. El recién nacido no tiene la capacidad cognitiva de gestionar el ser abandonado cada noche, por lo que su cerebro integra un sentimiento de indefensión, de abandono, de inseguridad. Muchas veces callan tras estar un rato llorando y que nadie acuda, pero no quiere decir que estén tranquilos. Es una extinción de su instinto". El cerebro estresado de estos pequeños se adapta pero tiene consecuencias. La amígdala, la región encargada de las emociones primarias como el miedo, está hiperactivada y los predispone a la irritabilidad. Además segregan cortisol, que los hace estar más estresados, aumenta su presión arterial y al final cuerpo y cerebro experimentan un desgaste.

"Es cierto que durante mucho tiempo los médicos hemos fomentado comportamientos como 'si llora, no lo cojas, que se acostumbra', pero ahora sabemos que eso resulta tóxico. Cuando un bebé llora, siempre hay que dar respuesta a esa necesidad. Y eso que dicen de que los bebés manipulan a los padres no tiene ningún sentido. Ni tan siquiera tienen la capacidad mental para hacerlo", asegura Tenorio.

La Organización Mundial de la Salud recomienda que el bebé duerma con sus padres, o bien en la misma cama, o bien en una cuna muy cerca, de manera que pueda oler y sentir que su madre está allí. "Los bebés que duermen con los padres están menos estresados y acaban sincronizando antes los ciclos de sueño. Al mes y medio ya empiezan a dormir más seguido", apunta Morales.

Eso sí, colecho responsable. Si los padres fuman, beben, se drogan, toman medicamentos psiquiátricos o padecen obesidad mórbida es mejor que el bebé duerma separado. Es muy sencillo poner las bases para un individuo sano y feliz", repite Bergman, sin perder por un segundo la sonrisa, una y otra vez. Y entonces vuelve a enumerar: "piel con piel, separación cero, pecho a demanda. ¿Ves qué fácil?".

Anna Maria Morales, del centro Marenostrum, cuenta que "mucha gente compra muchas cosas para el recién nacido, pero siempre les digo a los papás que vienen a hacer consultas al centro o a preparación para el parto que el bebé no necesita nada de eso. Que lo mejor que pueden hacer es invertir en darles su propia leche materna, tacto y contacto. Es la luna de piel que todos los niños merecen".






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