jueves, 17 de abril de 2014

Una revolución, la crianza con apego

Por Gabriela Baby

“Consultar a un pediatra sin saber si es partidario del cariño o de la disciplina es tan absurdo como consultar a un sacerdote sin saber si es católico o budista, o leer un libro de economía sin saber si el autor es capitalista o comunista”, dice en las primeras páginas de Bésame mucho. Cómo criar a tus hijos con amor (16 ediciones vendidas en España y editado en diversos países de habla hispana) para dejar en claro que hay diversos modos de ser pediatra y diferentes estilos de criar a los hijos. Y que padres y médicos pueden no estar de acuerdo.

Desde un lugar cuestionador y siempre disruptivo, el médico catalán Carlos González, de visita en Buenos Aires, desplegó sus ideas acerca de la crianza, el mundo del trabajo, el consumo y el lugar que los padres dan a los hijos entre sus prioridades.

Usted plantea el colecho, la lactancia a demanda y el cargar a los niños pequeños ante el menor llanto como prácticas recomendables de crianza, muy a contramano de lo que sostienen muchos pediatras. ¿Podría explicar su postura?

Esas regulaciones de la alimentación y de las formas de dormir son inventos de algún médico varón de fines del siglo XIX, que seguro escribió un libro sin consultar a su esposa. Pero que muchos médicos y madres después aplicaron porque estaba dicha por un médico y además, varón. Analicemos la historia de la humanidad y cómo ha sido la crianza de los niños: ¿de verdad creemos que en la Edad Media daban el pecho cada cuatro horas? ¿Cómo las contaban? ¿Quién tenía el reloj? ¿Medían con las campanadas de la iglesia? Y los diez minutos de cada lado, ¿cómo los contaban? Nadie lo hacía de este modo: hasta que se inventaron los relojes de pulsera no ha podido haber gente que diera el pecho cada cuatro horas. Imposible.


¿Y no tiene nada de bueno dar el pecho cada cuatro horas, o cada dos, o cada tres?

No.

Entonces, ¿por qué alguien inventó esta regulación?

Porque se dio más importancia a una supuesta racionalidad que a la realidad de las cosas. ¿Quién va a saber mejor cómo se da el pecho: una mujer que ha dado el pecho a cinco hijos o un tío que no lo ha hecho en su vida y que se sienta a escribir un libro en su solitario despacho? Demasiada autoridad estamos dando a ese tío. De hecho, se cuenta que por la misma época se midió la cantidad de leche que necesita un bebé para llenar su estómago del mismo modo en que se midió la capacidad del tanque de combustible de un auto. El problema se planteó así: si sabemos cuánto consume un coche por kilómetro y qué capacidad tiene el depósito, podemos saber cada cuánto hay que ponerle gasolina. Entonces, se midió la capacidad del estómago de un bebé y se calculó cuánta leche necesita y cada cuánto hay que llenarlo. La cuenta dio cuatro horas. No me parece que esa sea la manera de alimentar a una persona.

MUJERES QUE TRABAJAN

Las consignas de la liberación femenina parecen no llevarse del todo bien con las prácticas de la crianza con apego. Tal como usted las plantea, serían más acordes con una época en la que las mujeres estaban dedicadas exclusivamente a criar hijos.

Mientras los hombres están buscando liberarse del trabajo, para muchas mujeres el trabajo es liberación. Y el trabajo no es liberación, sino esclavitud. Los libros que hablan del trabajo, escritos antes del siglo XX, dicen: ‘trabajo para ganarme el pan y el de mis hijos’. No dicen ‘trabajo para realizarme’. A mí me enseñaron que el trabajo era una maldición divina: Adán pecó y lo condenaron a trabajar. No le dijeron: ‘ahora como premio puedes realizarte en una profesión que tú elijas’. En este tiempo resulta que el trabajo es un bien en sí mismo. ¿De dónde hemos sacado que trabajar es bueno? Trabajar es horrible; los ricos no trabajan. A ver, imagínate que no necesitas trabajar. Imagínate que ahora cualquiera de nosotros se ganara 50 millones de dólares en la lotería, ¿seguiríamos trabajando?

Muchos profesionales trabajan por vocación, además de por dinero. Incluso hay profesiones muy mal pagas que son ejercidas con pasión por muchísima gente.

Si ganas la lotería y haces algo interesante, seguirías haciéndolo pero quizá en menor medida o con tus propios tiempos. Además, la mayoría de la gente no trabaja por placer. Imagínate cuantos taxistas seguirían con el taxi si no necesitaran el dinero para vivir. ¿Y operarios de una fábrica?

¿Se dedicarían a criar hijos?

Cada uno decidiría. Yo quiero abrirles los ojos a los padres y a las madres, porque la inmensa mayoría quiere cuidar a sus hijos y tiene derecho a hacerlo, y para eso tienen que establecer sus prioridades. Porque muchas madres no se dan cuenta de sus prioridades, o están sometidas a un jefe y a un horario, y por eso disciplinan a sus bebés: para poder cumplir con su trabajo. Hoy en día, la gente, si no quiere tener hijos no los tiene. Entonces, tener hijos, ¿qué significa? ¿Estar embarazada y parir? No. Significa parir y criar un hijo durante 20 años. Eso es tener un hijo. Entonces, ¿qué parte de tener un hijo querías ejercer cuándo lo decidiste? ¿Cuál es la parte que te gustaba? ¿Dejarlo en la guardería o contratar una nana que lo cuide? Te voy a contar una anécdota. Hace unos meses estuve en Costa Rica y una madre me dijo: ‘me siento rara porque voy a las fiestas de cumpleaños de los amigos de mi hija de tres años y soy la única madre, el resto de los adultos son niñeras uniformadas’.

En las clases medias y altas de acá también abundan las niñeras, y no se debe a falta de tiempo, porque en muchos casos se trata de madres que no trabajan o que podrían no hacerlo.

Por supuesto. Entonces, vuelvo a la pregunta: ¿qué parte del tener hijos querías ejercer? ¿El parto? Porque si quieres que alguien te lave los platos, lo entiendo. ¿Pero que alguien te crie al hijo? Oye, ¿también quieres alguien que se acueste con tu marido? Así te ahorras el trabajo…

SIGNO DE LOS TIEMPOS

Usted sostiene que el trabajo contemporáneo afecta al modo de crianza…

Mi padre trabajaba ocho horas y mi madre no trabajaba. Y yo fui a la Universidad. Actualmente en una familia trabajan padre y madre, 16 horas en total, y no alcanza. Me parece magnífico que la mujer quiera trabajar; pues entonces, cuatro horas cada uno, porque alguien tiene que hacerse cargo de los hijos. ¿Cómo puede ser que hagan falta 16 horas para conseguir lo que antes se conseguía con ocho? ¿Nos han bajado el sueldo? No creo. En realidad, nos han puesto falsas necesidades que nos obligan a trabajar más y para eso necesitamos separarnos más de nuestros hijos. De qué manera tan perversa ha cambiado este esquema que todo el mundo se pregunta cómo se sostiene hoy una familia si no trabajan los dos, cuando en realidad la pregunta debería ser: ¿cómo puede una familia que tiene que hacerse cargo de sus hijos trabajar 16 horas al día para comprar la tele, el coche, el Ipod? Pues a lo mejor debería quedarse sin coche, o sin tele, o sin Ipod, pero quedarse con el hijo, porque el hijo es más importante.

A veces, y por razones económicas, no hay opción de no trabajar.

Entonces dejan a los hijos en guarderías. Y es increíble que la cuenta les dé a favor. Porque si uno pone una guardería con la cantidad de chicos que debe haber por sala, que según la Asociación Internacional de Pediatras no deben ser más de tres, con personal bien pago, capacitado, con buenas instalaciones, sería tan caro que no podría pagarlo un asalariado. Yo no digo cerrar las guarderías, pero sí perfeccionarlas: que se organicen en función de los niños, y no en función de cuánto puede pagar una familia. Debemos hacernos estas preguntas para empezar a cambiar esta realidad. Antes los niños tenían menos ropa, menos juguetes, menos aparatos, pero tenían tiempo de estar con sus papás. Esta es la generación en toda la historia de la humanidad que tiene menos tiempo compartido con sus padres. Vamos a ver los resultados en el futuro.

Según lo que usted plantea el sistema capitalista tal cual lo conocemos hoy atenta contra la maternidad y la paternidad. La crianza con apego suena, antes que antigua, revolucionaria.

En países bien capitalistas como Suecia, Suiza, Noruega existen leyes que permiten a los niños estar más tiempo con sus padres: licencias prolongadas y otros beneficios para los padres y madres trabajadores. Son países donde además hay más mujeres universitarias y en puestos de jerarquía. Por eso, se trata de poner bien claro cuál es la prioridad: yo no trabajo para pagar la niñera, yo trabajo para cuidar a mis hijos. Si el trabajo me impide cuidar a mis hijos, es que algo está fallando.

AQUÍ Y AHORA

Tenemos que plantearnos que vivimos aquí y ahora. Estás son las circunstancias.

Pues, revélate. La mejor manera de que las cosas no cambien es aceptar que están bien. Entonces, ¿cómo van a cambiar? Lo mínimo que podemos hacer es pensar que las tenemos que cambiar, y a lo mejor a partir de ahí poco a poco las vamos cambiando. Fíjate, muchos niños son cuidados por sus abuelos que ya no trabajan, ya están liberados, pero se esclavizan con los nietos. Porque las hijas dejan a los niños con las abuelas para ir a trabajar, es decir que para que la mujer sea libre y vaya a trabajar, esclaviza a la abuelita. ¿No sería mejor que la mamá cuide al niño y trabaje la abuela? ¿Por qué le damos tiempo libre a quien ya no lo necesita? Porque a los 65 no eres viejo para trabajar. Yo, gustoso, cambiaría la jubilación. Por qué no me dan diez años libres pagados para cuidar a mis hijos y después trabajo hasta que reviente, que más me da: ¡ya los he cuidado! Fíjate un dato curioso: en España dijeron hace un tiempo que se extendía la edad mínima de jubilación, de 65 a 67 años. Nadie dijo: ‘qué felicidad, podré realizarme durante más años con mi maravillosa profesión’. Todos se quejaron y se escandalizaron. O sea: le dices a una persona de 65 que trabaje dos años más y se sube por las ramas, pero le sugieres a una madre que acaba de tener un bebé que podría estar un año sin trabajar para cuidar a su hijo y te tildan de machista retrógrado o te acusan de querer tener a la mujer esclavizada en su casa. Oye, si tanto te gusta trabajar, no te preocupes, recuperarás ese tiempo hasta los 67, ya vas a tener oportunidades de sobra.

Igualmente, criar hijos es un trabajo arduo. Muchos padres y madres, en los primeros años, sienten el alivio de estar el lunes en la oficina, sin tener que cambiar pañales por unas horas, al menos.

Por supuesto que los hijos dan mucho trabajo. Pero si encima te privas de la mejor parte, como acunarlos, mimarlos, hacerles upa o darles el pecho y te quedas con la peor: cocinar, limpiar, lavarles la ropa, ¿dónde está el placer de tener hijos? Porque nadie te dice: ‘no le prepares la comida que se acostumbra y estarás 20 años preparándole la comida’, o ‘no le laves la ropa que se acostumbra y vas a estar 20 años lavándole la ropa’. Eso no se discute. Se discute si puedes alzarlo, acunarlo, dormirlo en brazos en tu cama o darle el pecho todo lo que el bebé y la madre quieran. Es decir, la parte más linda de la maternidad y la paternidad. Pues, ¿para qué tengo un hijo?, ¿para planchar? Esa es la parte que a nadie le gusta. La crianza es un placer si los padres y madres se abocan a los placeres de estar con sus hijos. Con todo el esfuerzo que implica criar y con toda la inmensa alegría y satisfacción que puede darnos.

PLANETA GONZÁLEZ

Nació en Zaragoza y se recibió de médico en la Universidad Autónoma de Barcelona. Se formó como pediatra en el Hospital de Sant Joan de Déu de Barcelona. Es fundador y presidente de la Asociación Catalana Pro Lactancia Materna y miembro del Consejo de Asesores de Salud de La Leche League International. También es asesor de la Iniciativa Hospital Amigo de los Niños (UNICEF) y especialista en lactancia materna por la Universidad de Londres. Publicó varios libros: Mi niño no me come (1999); Bésame mucho, cómo criar a tus hijos con amor (2003); Manual práctico de lactancia materna (2004); Un regalo para toda la vida, guía de la lactancia materna (2006); Comer, amar, mamar (2009); Entre tu pediatra y tú (2010); En defensa de las vacunas (2011). Su enfrentamiento a teorías de la puericultura y la educación conductista, el llanto terapéutico de los niños y el pragmático método de obligar a los niños a dormir solos, difundido en el libro Duérmete niño del Dr. Estivill, entre otras, ha abierto un debate importante en el campo de la salud y de la educación.

GONZÁLEZ DIXIT

“En las culturas tradicionales, los padres aprendían por observación la forma ‘normal’ de criar a sus hijos, y los cambios eran lentos y escasos. En nuestra sociedad de la información y el desarraigo, la madre puede rechazar como inadecuada o anticuada la forma en que su propia madre la crió, y sustituirla por los consejos de sus amigas o por lo que ha leído en libros o visto en películas. De este modo conviven métodos de crianza muy distintos. Unos padres duermen con su hijo, otros lo instalan en una habitación separada. Unos lo toman en brazos casi todo el rato, otros lo dejan en una cuna, aunque llore. Unos toleran pacientemente las rabietas y exigencias de los niños pequeños, otros intentan corregirlos con severos castigos. Cada uno de ellos, por supuesto, está convencido de que hace lo mejor para sus hijos, ¡si no, no lo haría! Pero, sea lo que sea lo que hemos aprendido, leído, visto, escuchado, creído o rechazado a lo largo de toda nuestra vida, nuestros hijos nacen iguales. Nacen sin haber visto, oído, leído, creído o rechazado nada. En el momento de nacer, sus expectativas no vienen marcadas por la evolución cultural, sino por la evolución natural, por la fuerza de los genes”.

González, Carlos. Bésame Mucho. Cómo criar a tus hijos con amor, Buenos Aires: Planeta, 2011.

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