sábado, 15 de marzo de 2014

2 bebés inteligentes

Camilo y Carla, esperaban su segunda hija juntos. Camilo ya tenía otras niñas de su primer matrimonio. Me llamó Camilo un sábado en la mañana para contarme que la Carla estaba con contracciones, pero todavía suaves. Le dije que me llamara cuando ella quisiera que la fuera a acompañar.  Al rato, me vuelve a llamar Camilo.  Le pregunto ¿Rock&Roll? Y me dice “Si, vente”.  Sentí una energía muy rica a través del teléfono.  En el camino, pensé que mejor era llamar a las matronas, porque tenía la intuición de que el parto vendría rápido.  Así lo hice.
Llegué a la casa de Camilo y la Carlita, era mediodía pero estaba oscurita, las ventanas tapadas con telas y todas las estufas prendidas. Carlita estaba saliendo de la tina.  No dijimos nada. Instalé una tela de una viga para que se colgara -si quería- y me acosté en la cama a tejer.  No sé cuanto tiempo habrá pasado, ¿10.. 15 minutos? Cuando ella  dice “Viene, viene…”, me incorporo y veo como corona la bebé y va directo a los brazos de su mamá. Todo el resto de la historia es feliz.
Las matronas llegaron un rato después y corroboraron que madre e hija estaban en muy buen estado..  Nadie se imaginó que el parto ocurriría tan rápido.
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Antonia y Cristián esperaban a su primera hija. Conversamos mucho en las visitas previas.  Me sentía muy cómoda con ellos.
Me llama la Anto a las 5 am y me dice que está de parto y que Cristián duerme.  Me dice que no lo quiere despertar y me pide que la pinche al celular cuando llegue para que me abra la puerta.  Cuando llego a las 7 am, Cristián ya estaba despierto. Me abre sonriente y me pregunta cómo puede ayudar.  Le pregunto qué hace él normalmente a esa hora. “Salir a trotar, sacar la basura, prepararle un rico jugo a la Anto, etc”. Le propongo que haga todo normalmente como si nada pasara.  Y así lo hace. Por mientras, Antonia sigue a su cuerpo, se mueve suave e instintivamente en una posición como de cuatro patas con variaciones que va improvisando.  Yo me limito a estar, en silencio. Después del rico jugo, Cristián se mete a la ducha.  El ruido del agua corriendo… y plaf se rompe la bolsa de agua.  El proceso toma otro ritmo.  Le digo a Cristián desde la puerta del baño que mejor nos vamos a la maternidad. “¿Tan pronto?”, me pregunta.  “Si”, le digo.
Ya en la maternidad, la matrona le hace un tacto.  Dice que “tiene 8 cms y la bebé está alta todavía” y sale de la sala.  En el mismo instante en que ella cierra la puerta, Cristián se da vuelta a poner música y la bebé nace con el brazo izquierdo en alto. Le digo a Cristián -casi susurrando- que nació su hija y que, por favor, se asome y avise, para que venga su doctor.
Todo lo que siguió (placenta, lactancia, recuperación, etc) fue fácil, fisiológico y exitoso.

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