sábado, 16 de noviembre de 2013

Ya vas a ver cuando llegue tu madre

lanacion.com |Sábado 16 de noviembre de 2013 | Publicado en edición impresa
Vínculos

Con las mujeres más y mejor instaladas en el mercado laboral, muchos hombres aceptan invertir los roles tradicionales para quedar a cargo del hogar y los hijos
Por Teresa Buscaglia  | Para LA NACION

 
 
 "¿Por qué se va el papá y no la mamá a la oficina?", preguntó Stig, de 5 años, cuando sus padres le leían un cuento antes de dormir. Es que los chicos, dicen, naturalizan aquello que ven en el ámbito en el que se crían, y en el caso de Stig, hijo de Selma y Torge, alemanes de origen, pero residentes en la Argentina desde hace años, el hombre es quien se queda en la casa mientras la mujer... sale a trabajar.

La historia comenzó cuando Selma terminó de cursar arquitectura y realizó ese pacto con Torge para darle un impulso a su carrera. Como él es maestro cervecero, le resultó fácil hacerlo. "Con esta experiencia aprendí cuán difícil es ocuparse de la casa y criar a un niño al mismo tiempo. Pero creo que fue una decisión correcta, emocionalmente fue todo ganancia", explica hoy.

No son ellos la única pareja que se anima al cambio de roles tradicionales. "Ya vas a ver cuando llegue tu padre" es una frase que ha dejado de escucharse desde hace tiempo: psicólogos, docentes y antropólogos coinciden en que los varonesde hoy tienen una participación mucho más activa en la crianza de sus hijos y en la organización doméstica. Es más, en la Argentina ya pueden verse amos de casa: padres que, a partir de un acuerdo con sus parejas y por diferentes razones, aceptan cumplir ese rol que tradicionalmente ocupaban las mujeres.

La tendencia internacional marca que son ellas las que ocupan un lugar cada vez más importante en el mercado laboral, lo cual las obliga a estar lejos de sus casas durante muchas horas. Según un reciente estudio de Edelman, la madre ha pasado de hacer el pan a traerlo al hogar; se convirtió así en el único o principal sostén de la familia en el 40% de los hogares en los Estados Unidos. A su vez, el 75% de los padres dicen estar más involucrados en la crianza de sus hijos que sus progenitores. En la Argentina, detallan desde la consultora, estas tendencias se repiten, lo que permite mostrar el incremento en el rol de los padres en torno a las decisiones de compra, teniendo en cuenta el hecho de que hoy en día en la gran mayoría de los hogares ambos trabajan.

Ximena Díaz Alarcón es una de las directoras de Trendsity, una consultora de investigación de tendencias y mercado. Ella cree que esto es incipiente en la Argentina, dado que aún gobierna un imperativo masculino ligado a la productividad económica. Sin embargo destaca síntomas que, lentamente, van acrecentando la tendencia. "Esta nueva paternidad refiere a la mayor conexión que muchos de los papás jóvenes tienen con sus hijos desde la panza y su mayor involucramiento en las tareas que tienen que ver con los niños -explica-. Una mayor apertura y conexión emocional en la tarea diaria de muchos papás y sus hijos llevaron a que marcas importantes de pañales hayan puesto a galanes como imagen de sus publicidades. Esto da una versión más humana y más tierna de la importancia que tiene en sus vidas ser padres", concluye.

Algo así piensa Ezequiel Cabanillas. Hace varios años, él y Florencia se fueron a vivir a Bariloche donde nacieron sus hijos, Sofía y Alejo, que hoy tienen 11 y 5 años. Como ella es docente y está fuera de la casa todo el día, él mismo decidió quedarse a criar a los chicos, organizar la limpieza de la casa, cocinar y participar de las actividades extras de sus hijos. "Creo que es habitual en todo el mundo que el hombre ejerza todo tipo de roles. No se relaciona ni con la falta de trabajo ni con un estrato social en particular. Simplemente, son las ganas de acompañar el crecimiento de sus hijos y ayudarlos en el día a día. En cuanto a los quehaceres de la casa, siento que son obligaciones y que hay que asumirlas -asegura-. Yo no creo en el rol tradicional de macho proveedor, para mí era una creencia relacionada con una época en la que la mujer no tenía mucha participación en el mundo laboral. En casa participamos mi mujer y yo en las finanzas del hogar. Mi trabajo es flexible en cuanto a los horarios, lo puedo realizar mientras mis hijos se encuentran en el colegio", agrega.

EN EL ÁMBITO ESCOLAR

En los colegios también se nota esta irrupción. Las reuniones de padres ya no son una mayoría femenina. Hombres y mujeres ocupan sus asientos por igual y conforman un número equitativo. "Esto es muy beneficioso, tanto para los hijos como para las madres. La mirada del hombre es práctica, sin tantas vueltas: al pan, pan y al vino, vino", opina la psicopedagoga María Clara Brea.

A modo de ejemplo, agrega: "Es interesante ver en la entrada de los colegios primarios a padres y madres dejando a sus hijos. Ellos abren el baúl del auto y dejan que cada uno de los chicos se las arregle para sacar su mochila. Ellas no sólo sacan la mochila, sino que también se las colocan sobre los hombros, los peinan con los dedos, les dan un beso y casi, casi, irían por ellos a clase... En otras palabras, la presencia de los padres favorece la independencia y ayuda a madres e hijos a ir desprendiéndose paulatina y sanamente".

Lo mismo piensa Nicolás Rodríguez, un empresario que decidió junto a su esposa, Alina, criar a sus hijos Maite, de 15 años, y Alejo, de 10, con una participación muy activa y mucha presencia en la casa. Ambos trabajan, pero mientras ella tiene un horario extenso y fuera del hogar, él tiene horarios mucho más flexibles que le permiten llevar y traer a los chicos de la escuela, prepararles el almuerzo, acompañarlos al médico y hacer las tareas. Según explican, la idea de organizarse así surgió cuando ella quiso graduarse en la Universidad y él decidió ayudarla para que lo lograra. Tener hijos, estudiar y trabajar no era compatible sin la ayuda de Nicolás, y así fue como se organizaron familiarmente y se dividieron las tareas sin roles específicos. "Gané poder de decisión sobre cuestiones menores que, quizás, otros hombres se pierden por no participar más. Por ejemplo, estoy al tanto de los pormenores del rendimiento de los chicos en la escuela y puedo comer los platos que más me gustan, porque soy yo el que compra los ingredientes y cocina. No era el típico hombre que no sabía ni siquiera cocinar un huevo duro, pero no sabía hacer platos sofisticados. En cambio, ahora miro los programas de Gourmet y soy casi un especialista", afirma Nicolás.

La psicóloga Marcela Redondo, coordinadora de Pareja y Familia en el Centro Dos, analiza esta tendencia sobre la base de su experiencia profesional. "Si esta decisión de que sea el papá quien se queda en casa a cuidar a los chicos aparece como un acuerdo de la pareja, independiente de cualquier prejuicio social, este modo de llevar adelante la familia será algo que permitirá a los hijos atravesar la vida teniendo permiso para no tener que encajar en un molde -dice-. Si, en cambio, esto es vivido como una vergüenza en esa casa, seguramente los chicos también lo vivirán de esa forma."


LA MIRADA DE LOS OTROS

La mirada social está dividida, en todos lados del mundo. Ellos mismos lo cuentan. "Mis amigos más conservadores no lo ven bien. Piensan que está mal que el hombre se quede en casa y la mujer salga a trabajar. No se dan cuenta de que el trabajo de la casa es tan duro como un trabajo full time en una oficina. Otros, en cambio, creen que es algo muy bueno. Las mujeres modernas lo encuentran formidable", dice Torge. Por su lado, Nicolás agrega: "Los hombres no me dicen nada en contra, porque hoy incluso es mal visto el padre ausente, que no participa del día a día del crecimiento de sus hijos".

Todos coinciden en que el mandato masculino es fuerte y que a los hombres les cuesta verse planchando una camisa, cocinando o cosiendo, pero que la experiencia de hacerlo es muy positiva y a los chicos les hace muy bien crecer con esa imagen. "Mis hijos me transmiten mucha alegría cuando participo en las reuniones del colegio. Y lo que yo veo es que algunos hombres desearían tener más tiempo para estar en su casa y con su familia", concluye Ezequiel.

Claro que los mitos alrededor del hombre-macho siguen despertando interés y bromas al respecto. En la generación de nuestros padres y abuelos no era común verlos haciendo tareas domésticas. Pensaban que eso era cosa de mujeres y simplemente se aceptaba así, por los siglos de los siglos. Incluso, las mismas mujeres sostenían y defendían esta idea, y no veían masculino al hombre que le gustaba cocinar o coser. "Todo cambio cultural genera resistencias -opina el antropólogo Alejandro Grimson, profesor de la Unsam-. Que un hombre prefiera cenar con sus hijos a una salida de amigos, que ceda el automóvil a su esposa o cocine, amenaza a la vista de muchos las relaciones tradicionales. Los estereotipos de las mitomanías son un antídoto conservador contra el cambio hacia una mayor igualdad. Y quienes detestan los cambios sólo creen que salen ganando, pero no saben lo que se pierden."

Es que los papás amos de casa ya existen y conviven sin problemas en una sociedad que ha ganado en apertura mental y se está liberando de prejuicios que sólo sirven para reprimir los deseos individuales de las personas. Ellos mismos han adoptado un rol que los enorgullece y les permite disfrutar de sus hijos como muchos desearían hacerlo y se ven impedidos por motivos económicos, laborales o, simplemente, por creencias limitantes.

Ezequiel, Torge y Nicolás tienen en común provenir de un hogar en el que sus padres les enseñaron a hacer las tareas del hogar y, a su vez, les inculcaron el respeto por las mujeres y sus roles como madres y profesionales. Así lo demostraron al elegir quedarse en casa para que sus esposas pudieran terminar sus carreras, trabajar y sentirse completas. De ahí que ellos agradezcan a sus padres por haberles dado el ejemplo y, a su vez, marquen un camino a seguir que puede hacer feliz a muchos hombres que, teniendo la posibilidad de hacerlo, aún no se animan.

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