jueves, 12 de diciembre de 2013

¿Puedo coger al bebé en brazos siempre que llore? Sí, y además es bueno


PADRES E HIJOS / FAMILIA

GEMA LENDOIRO
Día 26/01/2013 - 02.12h
Los expertos recomiendan a las madres que hagan caso omiso a la manida crítica: «no cojas tanto al niño que lo malcrías»




La mayoría de las imágenes que reflejan la idea de una maternidad son mujeres con hijos en brazos. Resultaría bastante chocante ilustrar un texto sobre crianza, bebés, amamantar… con una imagen de una mujer cruzada de brazos y su hijo acostado en un carrito... mientras llora. Enseguida nos preguntaríamos qué problema ilustra esa imagen. De manera inconsciente tenemos asumido que los brazos de una mamá es el espacio ideal donde los bebés y no tan bebés, descansan, se acurrucan, dormitan, están plácidos.

Sin embargo si preguntamos a mujeres madres cuántas veces han escuchado la manida frase: «no lo cojas tanto en brazos que lo acostumbras» muchas, con toda probabilidad, nos contarán que «muy a menudo». Y es que parece que haya una conspiración en contra de los más indefensos; los bebés. Es como si se hubiese tornado en dogma de fe que cogerlos en brazos, efectivamente, los malcría, los vicia.

Habría que preguntarse seriamente qué significan esos conceptos o también preguntar de dónde han salido esas ideas tan poco cercanas a la realidad. Póngase en situación: viernes noche, película en el sofá tranquilamente después de una larga semana, sentada con su pareja. Suponiendo que esté usted a gusto con esa pareja (y los bebés lo están con sus mamás), ¿preferiría que su pareja le cogiese de la mano y de vez en cuando le dedicase un arrumaco o, por el contrario, preferiría la frialdad de cada uno en un sofá y bien apartados?

Relación idílica
Si la relación es buena, es de cariño, los abrazos son bienvenidos. En el caso de los niños y muy especialmente de los bebés, la relación con sus madres es idílica, de hecho no hay fisuras. No han tenido el tiempo de la desilusión que tenemos los adultos. Por eso los niños necesitan brazos, abrazos, amor, caricias. Y estos signos de cariño ni malcrían ni crean vicio. ¿Le crea a usted vicio abrazar a su pareja?, ¿Si su marido le diera besos cada mañana de buenos días o de buenas noches le diría que lo espacie en días alternos para evitar futuros males? Entonces, ¿por qué esa frialdad con los niños que son, precisamente, los que menos entienden y atienden a esas normas sociales? Si usted llora desconsolada porque está triste prefiere que su pareja la abrace y le diga que todo saldrá bien o por el contrario aceptaría de sumo gusto que esperase a que usted se calme sola? ¿Cómo es posible que lo que en adultos vemos bien y natural en bebes/niños lo veamos como una manera de malcriar?

Hemos preguntado al conocido pediatra Carlos González, autor, entre otros libros de Bésame Mucho (Temas de Hoy) un fantástico manual que explica pormenorizada y científicamente el por qué los cachorros de los humanos necesitan tanto de los brazos y, además, por qué todos (todos) los niños piden brazos: «Porque los necesitan. Por lo mismo que se abrazan los amigos y se besan los enamorados. Los seres humanos tenemos necesidades afectivas, necesitamos la presencia física, la atención y el contacto físico de los seres queridos. Y esa necesidad es particularmente intensa en la primera infancia, porque los niños pequeños no pueden sobrevivir sin sus padres. Vienen al mundo con el instinto de relajarse felices en brazos de su madre, y de llorar desesperados cuando su madre se aleja».

Una madre generalmente viene acompañada del instinto que complementa al del bebé y ése es el de atender sus necesidades (generalmente en forma de llanto), sin embargo muchas madres se encuentran con un terrorífico muro: las críticas. Muchas son las que, presionadas por el entorno que les rodea dejan de atender a su bebé cuando llora como ellas quisieran y en contra de lo que su instinto les dice: cogerlos en brazos, achucharlos, consolarlos, acunarlos. ¿Qué hacer frente a esas críticas? Desde luego obviarlas, y, como dice Carlos González, «por suerte apenas nadie dice ya esas tonterías pero si las escuchamos, obviarlas, nadie puede obligarnos a no querer a nuestros hijos».

Beneficio psicológico
Muchas veces para demostrar la defensa de alguna práctica se recurre a los estudios científicos. En este caso se podría tratar de reunir factores psicológicos que lo aconsejaran y preguntándoles al afamado pediatra nos dice tranquilamente: «¿Qué es un beneficio psicológico? Los padres están a gusto, los bebés también, ¿hace falta algo más?». A veces la lógica aplastante supera con creces cualquier tesis sesuda basada en miles de experimentos.

Pero, por si alguna madre (padre) todavía quisiera tener alguna argumentación que le parezca válida de cara a las críticas que cree que no puede o no sabe combatir, siempre puede decir que los niños que están en brazos mucho tiempo tienen menos cólicos y lloran menos, y eso sí está demostrado. Preguntamos a Carlos González si esta teoría es cierta y nos la confirma: «En general, los niños que van todo el tiempo colgados de sus madres (es decir, la mayor parte de los niños del mundo) lloran muy poco. Es lógico. No tienen muchos motivos para llorar».

Es importante resaltar dos aspectos: el importante dato de que la mayoría de los niños del mundo van casi siempre en brazos, ya que la costumbre de llevarlos en carritos es nueva, propia de las sociedades muy modernas y llenas de prisas donde la quietud y la calma han pasado a segundo plano. Por otro lado, es muy importante reseñar algo muy obvio, pero no por ello menos importante: si la persona que más te quiere del mundo constantemente te besa y te abraza, ¿qué motivos tendrías para llorar?

Curioso cómo las cosas sencillas han ido progresivamente cambiando con los años y perdiendo su razón de ser. La próxima vez que te lo cuestiones, recuérdalo: cógelo en brazos, sí, sigue tu instinto. No lo estás haciendo mal, muy al contrario, estás creando con algo tan sencillo como abrazar, un ser humano lleno de seguridad. La seguridad de que alguien tan importante como su madre lo quiere y lo protege.


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